Serie Dike ~ Completa

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Un espacio

Para agradecer a:

Alice por ser leer todo lo que escribo, por más que esté horrorosamente horrible (sobre todo con los tiempos verbales, ella saaabe).

Hachedesilencio que siempre tiene las frases precisas para los capitulos de Dike. Aunque el staff no lo sepa, gracias por hacer lo que hacen.

A mi familia por soportar todas mis locuras.

A los que leen, comentan, descargan y se dan una vuelta por acá. Perdón por el tiempo que me tomo para publicar cosas... gracias por leer!!

~ ferdeimos

sábado, 29 de marzo de 2014

CyC.I.Capitulo10: Perdona mis pecados

~ Fin Tomo I ~


Capitulo 10: Perdona mis pecados

Están los seres divinos que puedan llegar a existir sentados en sus tronos respectivos, todos en círculo para poder mirarse los rostros. Van a decidir el destino a corto plazo de ciertos seres vivientes del universo. Sonríen. Saben lo que tienen que hacer, lo que les gusta hacer. Uno de ellos, el más sabio, comenta para todos << Estos seres han tenido el suficiente calor abrumador, sería conveniente que lloviese >> Todos asienten. Sólo uno, el más joven exclama << ¿Por qué justamente hoy? >>. Las divinidades lo observan. Sus ojos verdes brillosos lo asechan y el pequeño se calla. Estos seres, de descomunal poder, intercambian miradas y todos, a la vez, responden << PORQUE ASÍ LO QUEREMOS>>.    

Creo que esa es la mejor representación de lo que estoy pensando ahora mismo mientras veo por la ventana caer las malditas gotas. Llueve. Y de qué forma. ¿Será una tormenta mortal? ¿Moriremos todos hoy? Porque parece que se viene el mundo abajo. Truenos asquerosamente resonando haciendo temblar las ventanas. Y todo esto justamente hoy, el día de la gran despedida, el día del cumpleaños de Taumante. Sé que no nos veremos hasta la tarde, pero no lo pude evitar. Me levanté temprano, más temprano que lo de costumbre. Quiero justificar que fue por la excéntrica lluvia, pero no. Es obvio que es por Taumante.

Tengo el regalo para él apoyado en mi cama, es un paquete bastante grande. Ya me bañé, ya desayuné y ya preparé la ropa. Toda una nena. Voy a fingir que no pensé eso. Hoy no estoy para deprimirme. Pero ¿qué hacer cuando estas tan al aire? ¿Lo llamo? ¿Lo llamo otra vez? Sí, otra vez, porque lo llamé a la madrugada. Ayer le había dicho que esperara a las doce cerca del teléfono de su casa. Lo iba a llamar. Y lo hice. Le deseé un feliz día, él se notaba tan contento. Me decía que había sido la primera persona que lo saludó para su cumpleaños. Y claro que lo iba a ser. Lo obligué a que sea yo. Y él me obedeció, tan fiel a nuestra amistad.

-         ¿Sonriendo desde temprano? – mi viejo me observa desde la puerta de la pieza -. Parece que la lluvia no va a cambiar tu humor.

-         No, claro que no.

-         ¿Y a quién le debo la oportunidad de ver a mi hijo feliz?

-         Esto es una muestra de lo que pretendo ser.

-         Oh – me dice sorprendido -. Parece que vas en serio con estudiar lejos.

-         Gracias por dejarme ir.

-         Sos libre hijo, tus elecciones, tu vida – se acerca y me toma de los hombros -. Orgulloso de tenerte.

Un trueno nos interrumpe haciendo que se aleje ya que le tiene miedo a esta clase de espectáculos naturales. Mi vieja llega abrazándolo por atrás. Susurra algunas palabras en su oído y él sonríe calmado. Ambos se entienden y yo necesito eso. Sé que lo tengo con mis amigos pero quiero algo más profundo, íntimo.

Se van de mi vista mientras me quedo perdido en mis pensamientos. Las horas no pasan más. Vuelvo a chequear el bolso de mano que tengo para el viaje de hoy, verifico el regalo del cumpleañero y miro otra vez por la ventana. Aún sigue lloviendo. Voy a tener que llevar paraguas o pensar en algún lugar donde estemos al reparo de la lluvia. Y ahora que lo pienso, ¿podremos vernos? Sus viejos son diferentes a los míos. Ellos no quieren que  su hijito esté solo y menos bajo la lluvia. ¿Qué excusa irá a inventar? Si yo fuera él, mmm, qué diría. << Un amigo se va y lo voy a ir a despedir >> Ergo, Dike concluye que soy yo el amigo y nos sigue para satisfacer su curiosidad de señora que barre la vereda de la casa. Otra excusa podría ser << Voy a buscar algo en lo de una amigo >> Dike lo acompaña y luego, volvemos al paso anterior. << Levo me llamó >>, que no se le ocurra usar ese pretexto, por lo menos que no me lo diga, no quiero saberlo. << Tengo que ir al club >>, muy tonto para un día de lluvia, ¿quién va a ir a un club con un día así de hermoso? << Déjenme en paz >> Bueno, esa última no podría decirla, es muy chiquito. Oh cerebro mío. Vos y yo, qué haremos.

Quedamos en vernos a las seis. Creo que tomaré una larga siesta. Pero primero quiero  comer algo. Voy a la cocina, abro la heladera, nada. Bien. Moriré de hambre. Me siento en la silla observando la heladera blanca, llena de dibujos míos, fotos mías. Todo mío. Me parece que a mis viejos les va a costar más estar lejos de mí con esa heladora amenazando con enloquecerlos. Es como cuando Taumante me dé su regalo. Cada vez que quiera torturarme, seguramente lo haré seguido, lo voy a tener en mis manos y capaz que me obligue a mi mismo a no llamarlo por teléfono.

Me apoyo agotado por el ruido constante de lluvia, por el hambre y por la ansiedad. Suena el timbre, no pienso esperar a que mis viejos atiendan, deben estar debajo de las sábanas. Si hay algo que sé qué pasa cuando llueve es que mi viejo se asusta, pero a mi vieja, por alguna razón del infierno, la excita. No quiero saber cómo lo deduje, pero lo sé. Punto.

Voy a atender la puerta. En frente mío tengo a un mocoso de pelo rubio completamente mojado y una bolsa en mano, bastante abultada.   

-         Creo que no son las seis – miro el reloj de pared -. ¿O sí?

-         No – me mira y parece que tengo ante mí un perrito mojado en busca de un refugio de la lluvia.

Lo hago pasar, no voy a dejar que continúe expuesto a este diluvio. No quiero que se enferme por haber venido a casa. Busco una toalla mientras él deja la bolsa en el piso. Le seco la cabeza dejándolo bien despeinado y voy a mi pieza. Él me sigue.

-         Voy a prestarte ropa para que la tuya se pueda secar – no fue una sugerencia, fue una orden. Tomo mi bolso de mano y saco lo primero que agarro -. Cambiate y dame tu ropa para llevarla a que se seque.

Asiente con la cabeza, me retiro en busca de la bolsa que dejó en el piso. Está pesada. ¿Qué lleva? No pienso mirar, aunque me carcome la intriga. Si es el regalo, quiero que él mismo me lo entregue, para sorprenderme y que él vea mi reacción. Cualquier cosa, sé que voy a sonreír. Es un regalo y fue pensado para mí.

Me da su ropa mojada y la llevo para centrifugar. Verlo vestido así, con un pantalón rayado y una remera de los Ramones me causó mucha ternura. Le queda todo grande. Vuelvo a la pieza, él está sentado en el borde la cama intentando abrir el nudo de la bolsa. Parece que ató con muchas ganas de que no se le cayera nada.

-         ¿Alguna parte de tu cuerpo se lastimó en el trayecto? – le pregunto mirándolo de reojo. No quiero que crea que lo trato como un mocoso. Aunque se lo merece.

-         No, vine caminando – sigue intentándolo.

-         ¿Qué hay dentro de la bolsa? – camino en su dirección. Voy a ayudarlo.

-         Traje comida. Torta que hice.

-         ¿No vas a comer con tus viejos?

-         No. Se fueron de compras – está compenetrado en la tarea.          

Me arrodillo frente a él y lo ayudo a desatar ese maldito nudo. Como lo cerró con tanta fuerza, voy a la cocina y traigo un cuchillo. Ahora sí, la bolsa está abierta y bien rota, de todas formas nada va a volver. Me voy a comer toda la torta porque tengo hambre.

Vuelvo a la cocina por unos platos y se los entrego para que sirva las porciones. Se ve tentadora, es un bizcochuelo de vainilla cubierto con chocolate de repostería y con chocolate confitado.

-         ¿Lo hiciste vos? – estoy sorprendido, es muy chico para usar la cocina. Espero que su vieja lo haya controlado. Aunque estoy seguro que sí. Es muy consentido.

-         Si – sonríe y toma el cuchillo.

      -         Tiene buena pinta.

-         Gracias. Espero que el sabor sea aún mejor – corta la torta por la mitad. Trajo un pedazo de la torta verdadera, por eso pude ver el bizcochuelo y deducir su sabor.

     -         Seguro, la combinación de cosas es rica.

-         Un criterio extraño el que usas. Si combino helado con una hamburguesa no va a quedar muy sabroso.

-         Te voy a dar la razón sólo porque hoy es tu día – pero que no se lo tome tan a pecho. Que no abuse de mi bondad.

-         Me gusta pensar que es mi mes, pero no lo sabías.

-         ¿Tu mes? – pregunto divertido. ¿Qué clase de locuras tiene en la cabeza?

-         Claro – sirve los pedazos en los platos -, cuando cumplís años, todo el mes es tuyo hasta que llegue el día indicado.

-         O sea que Diciembre fue tuyo hasta hoy.

-         Así es.

-         ¿Y qué pasa si alguien cumple el primer día del mes?

-         Esas personas solo disfrutan de un día, ese día.

-         Entonces estoy fregado según tu sistema – muy malo, de hecho.

-         ¿Cuándo es tu cumpleaños?

-         El dos de Febrero – lo miro entrecerrando los ojos. ¿Qué se cree? Febrero es mi mes y lo disfruto como quiero. 

-         En ese caso tenes dos días que son tuyos.

Agarro el plato de mala gana, espero que lo tome como broma porque es lo que estoy haciendo, me hago el enojado. Aunque, después de esto voy a tratar de que replantee ese sistema de cumpleaños mal diseñado. Tiene que haber alguna excepción a la regla para que los que cumplimos años al principio del mes, podamos disponer de más días de poder. Me estoy dejando llevar por él. Pongo los ojos en blanco.

-         No te podes enojar conmigo, estamos en mi mes, así que voy a tomar eso como una reacción ante el primer contacto con mi sistema.

-         Se, se, se – como un pedacito de torta, el sabor me invade, es mucho más rica de lo que pesé. Lo tragué rápidamente -. Esto está muy rico Tau – tomo otro pedazo de mi plato.

-         Gracias – sonríe satisfecho. Todavía no había tocado su plato, creo que estaba esperando mi comentario.   

Supongo que me quedé corto con la descripción de lo que sentí cuando la probé. Tiene habilidades. Pero no le voy a dar el gusto de ver cómo lo alabo. Estamos disfrutando cuando llegan mis viejos.

-         ¡Qué linda sorpresa Dione! Trajiste al chico-bombón – dijo mi vieja sonriendo a Taumante. No lo puedo creer, está mi viejo con ella. No tiene cara.

-         ¿Qué comen? – pregunta mi viejo. ¿Son lobos? Tiene el olfato desarrollado para la comida rica. No se van a comer mi comida, porque Taumante la trajo para mí. Es mía.

-         Traje torta de cumpleaños y algunos sándwiches – responde sacando las cosas del bol. ¡No lo muestres mocoso! Es tentación para esta gente que no come comida de verdad.

-         Mmmm, se ve delicioso.

-         No, viej- mamá – le digo sonando caprichoso.

-         No seas egoísta bebé – agarra dos y uno se lo entrega a mi viejo. Ambos se retiran. Noto la cara de satisfacción de mi vieja. ¡Qué tan yo! Bueno, me concentro en respirar. Ahora tengo que enfrentar al mocoso. Que no se atreva a decir nada sino lo mato a cosquillas y me como todo yo solo.

-         Cuidado con lo que digas – lo señalo con el dedo, amenazadoramente.

-         Estoy en mi derecho, es mi mes – arqueo un ceja, ¿se va a atrever? –. Pero también hoy es el último día que estas acá y no quiero pelear.

-         Bien pensado.

-         Postergada la burla para después - sonríe.

-         Que mocos… - mi fulmina con la mirada. Abro lo ojos, no me di cuenta que dije lo que estaba pensando -. Perdón, acto reflejo.

Termino la deliciosa y gloriosa torta. Tengo tango para decirle pero no puedo esperar. Agarro un sándwich. Otra exquisitez de la vida. No se comparan con los de mi vieja, ni con los del idiota de Levo. Supera mi expectativa, nuevamente. Pero nada me distrae de la idea de que quiero mi regalo. Sé que es su cumpleaños por lo que le tengo que dar primero mi regalo. 

-         Qué mala suerte que comenzó a llover – dice mirando por la ventana.

-         Quiero mi regalo – ya está, lo dije. No me importa de quién sea el cumpleaños, quién tenga la prioridad de nada, lo quiero ahora.

-         Está bien – que poca resistencia.

Saca de la bolsa un paquete verde con un moño blanco. Me lo da y trato no parecer desesperado, más de lo que soné cuando le pregunté por mi regalo. Lo abro despacio, lo más despacio que creo. Él me observa callado, preparo mi sonrisa pero sale sola. Tengo ante mí el libro favorito de Taumante.

      -         Cuidalo Dione, es mi libro favorito – está dolido, le saqué su juguete favorito.

-         Si, si. Lo voy a cuidar como si fueras vos – lo huelo, no es nuevo pero tiene la esencia de él. ¿Cuántas veces lo habrá leído?

-         Ya lo extraño. ¿No queres que te lo cuide?

-         ¡¿Qué?! No, no. Lo que se regala no se devuelve. Es la regla universal de los regalos.

-         No me gusta esa regla. Quiero mi libro – lanza un manotazo hacia el libro. Se lo alejo -. No me despedí correctamente.

-         Ah, no. No, no, no. Definitivamente no. Es ahora MI libro – lo ojeo para que lo vea. Ahora forma parte de mi colección de libros.

-         Bueno, espero que lo disfrutes y que no te cortes el dedo al pasar las hojas – dice haciendo puchero y cruzando los brazos.

-         Si me corto va a ser problema mío. El libro va a estar agradecido de que lo esté leyendo. ¿O queres que nunca más lo abra?

-         ¡No! Por favor, leelo. Por lo menos una vez cada dos meses.

-         ¿Te lo sabes de memoria? – seguro que lo lee como si fuera la biblia.

-         No, aún no – hay tristeza en su rostro y suspira.

-         Casi caigo Tau – sonrío-, estuviste así de que crea la actuación – si no tiene los ojos vidriosos no es de verdad, ya lo detecté -. Te lo sabes de memoria y no pienso regresártelo. Ya me lo diste. Punto.

-         ¡Ufaaa! – se acomoda. Vuele a sentarse en la cama
 
La lluvia se calmó. Taumante sonríe pero sabe que le queda poco tiempo en casa. Creo que tampoco nos podremos ver a las seis. Esto no me gusta, quiero verlo. No me quiero ir. Pero no me puedo retractar. Hay muchas personas involucradas. Además que me voy por el bien de él.

-         Bueno, ahora quisiera mi regalo – dice avergonzado.

-         Llegó la hora.

Agarro la el paquete gigante que escondí debajo de la cama. Sabía que él se iba a sentar sobre ella, no estaría en el piso, como yo. Es un príncipe consentido. Sonrío y se lo entrego.

-         Feliz cumpleaños Tau.

O___________/O___________O


Acepto el regalo y lo abro rápidamente, estoy ansioso. ¿Qué me habrá dado? Le pedí algo de él, pero ya había empacado todo. Así que no sé con qué me encontraré. Logro romper el paquete, abro los ojos anonadado. ¿Qué es esto? Tiene que ser una broma. Saco la << alfombra asesina >>. Con razón hoy no me tropecé. Me la está dando como regalo.

-         Sos malo Dione.

-         ¿No querías algo mío? – sonríe como sólo a él le sale.

-         Sí, pero sabes que la odio – estoy siendo caprichoso. Me odio. Es un regalo, tengo que aceptarlo.

-         Aprenderás a quererla.

Me río, suena a novela espantosa de las dos de la tarde, en la parte dramática donde el villano amenaza al personaje principal. Qué momento trágico para la dama en apuros.

-         Voy a tener que hacerlo, ¿no?

-         No llores, ese es de chiste – me saca la alfombra. Me pongo triste y la agarro.

-         Es mía, me la regalaste – la sujeto fuerte -. Y no estoy llorando.

-         Pero es de broma – forcejea conmigo.

-         A ver – hago una pausa –. La alfombra estaba en un paquete de regalo, me lo entregaste a mí. Por ley universal de regalos, no lo puedo devolver.

-         Malditas leyes universales – suelta la alfombra y se apoya a un costado -. Abrí el verdadero. 

Sonrío victorioso. Por fin le gano. Y con sus propias reglas. Estoy feliz. Pero no me puedo distraer, apoyo la alfombra cerca de mí y tomo el segundo obsequio, el verdadero. El paquete es mucho más pequeño. Pesa muy poco y es muy finito. Como si fuera un libro, tal vez me regaló “El principito” de su colección de libros. Todavía voy a poder leerlo. Eso me hace aún feliz.

-         ¿Qué es?

-         Si no lo abrís no lo vas a saber.

Lo desenvuelvo rápidamente. Mi corazón se llena de alegría. Tengo en mis manos el CD de los Guns N Roses, “Appetite For Destruction”. Amo este disco, lo escuchamos tanto. Qué alegría.

-         ¿Te gustó? – me pregunta. Claro que me gusta. ¿No se nota?

-         Me encanta, es el mejor regalo Dione.

-         Ya vamos a tener más cumpleaños Tau.

-         Gracias, de verdad. Estoy feliz – llevo el disco a mi pecho y lo abrazo con fuerza.

-         De nada – sonríe y me revuelve el pelo. Ya lo tenía desastroso por el secado que me dio hace un rato. Creo que me trataba como a un perro. Así seco a Timoteo -. Tiene una dedicatoria adentro, para que no se te olvide quién te lo regaló.  

-         Vas a venir seguido, ¿no?

-         No puedo prometer nada Tau – sonríe triste. Sé que pido mucho. No debería. Pero es mi amigo, ¿con quién más voy a tener estas charlas? Ayer hablamos de la saga de “Jugando con malicia”, de lo genial de la narrativa. Son tres libros excepcionales. Libros que no tengo, pero que saqué de la biblioteca para leer, y que Dione si tiene. Suertudo.

-         Perdón, pero te voy a extrañar.

-         No tenes que pedir perdón. Sabes que te voy a escribir por correo, llamarte cuando arreglemos. Así que no te preocupes por nada.

O___________/O___________O

<< No te preocupes por nada >> Más mentira. Y bueno, era eso o decirle la verdad. Confesarle que cuando me vaya voy a tratar de contactarme con él lo menos posible, para que ya no me extrañe, para que pierda el interés en mí. Yo voy a tratar de hacer lo mismo, espero ser lo suficientemente fuerte.

Cuando se fue a su casa luego de haber estado una hora conmigo, me dijo que no iba a poder venir a las seis. Ya lo presentía. Sus viejos iban a querer estar con él. Le pregunté si iba a festejarlo con amigos. Quería saber si Levo iba a estar. Me respondió con sinceridad negando con la cabeza. Luego de darle su ropa, lo saludé con otro beso en la mejilla. Me abrazó y le devolví el gesto con más fuerza aún. Cómo te voy a extrañar mocosito. Mi Tau, chico-bombón. ¿De dónde sacó ese sobrenombre mi vieja? Seguro de alguno de los tantos que le dice a mi viejo. Ahora van a tener más privacidad, para ser bien chorreantes de amor y sobrenombres repugnantes.

El abrazo de Dike me dio asco, miedo a que me viera Taumante, pero cuando él me abrazó, hace apenas unas horas, lo adoré. Oler su pelo, estrujarlo hasta que me pidiera que lo soltara, sentirlo tan cerca. Fue lo mejor de lo mejor. Cinco años más y lo tendré para mí. 

Decido ojear el libro que acabo de adquirir. Lo he leído muchas veces, seguramente no tanto como él, pero vale la pena envolverse en él. Lo abro y me doy cuenta que no me escribió una dedicatoria. Ni siquiera un << Para Dione, de Taumante >> o << Buen viaje >> Nada. Esto merece un castigo, tengo que reclamar lo que es mío por derecho.

Tomo el celular, voy a usar lo último que me queda de crédito para llamarlo. Espero que atienda él, suele hacerlo siempre. Que hoy no sea la excepción.

-         ¿Hola? – es él.

-         Quiero mi dedicatoria Taumante.

-         Me olvidé – respuesta armada, no le creo nada.

-         No mientas mocoso. Pensaste que te lo iba a devolver, pero te salió mal. Ahora exijo mi recompensa – no lo voy a dejar hablar -. A las seis sacá a pasear a Timoteo y nos encontramos en la plaza de la otra vez. Sin excusas. Voy a estar sentado cerca de la fuente.

Corté. Me hizo enojar esa actitud de chiquito consentido. O sea, me encanta que sea así pero ahora no. El calor volvió a invadirnos. Mejor. Así no hay retrasos ni posibilidades de anular nada.

Salgo de casa, me dirijo a la plaza, son cinco cuadras y todo esta mojado y asqueroso. Calles horrible. Se inundan de la nada. Voy dando saltos para esquivar charcos, baldosas flojas. Es mi último pantalón, no lo puedo estropear por culpa de la infraestructura deplorable del lugar.

Tengo el libro en mi mano. Quedan cinco minutos. Lo diviso a lo lejos, viene con su perro. Debe estar feliz. Esa mascota es muy querida por Taumante. También veo que trae la pala. Es un ángel. Ya se me pasó el enojo. Tal vez se olvidó de verdad. ¡No! Obvio que lo quería de vuelta.

-         Perdón – me dice triste, ojos vidriosos, está diciendo la verdad -, no sabía que tenía que escribir una.

Grito internamente, ¡él no sabía! Que criatura más cruel soy. Mi alma se va a ir al infierno. Torturada por todos mis pensamientos perversos que no puedo revelar a nadie. Egoísta, celoso, perverso y mal pensado. Creo que me faltó alguna cualidad más para irme bien a las profundidades del inframundo.

-         No importa, ahora podes escribirme – lo invito a sentarse conmigo.

-         No traje lapicera, ¿tenes una?

-         No – soy un idiota, me olvidé. Pero él también. Si él es el que tiene que escribir por qué yo iba  a ser el que la trajera. ¡Ah! Cierto, soy el interesado.
Ambos nos reímos y nos sentamos en el banco. Esta plaza no la voy a olvidar jamás. Es el lugar de encuentro nuestro. Acá le dije que me iba, acá me retracté de su estado de mocoso y acá me le voy a confesar.

-         Me alegro de verte – dice mientras acaricia a Timoteo. Tengo celos del perro.

-         Cierto – suspiro -. No podía no verte, me voy a las ocho.

-         Ya coloqué la alfombra en mi pieza.

-         ¿En el piso? – le pregunto divertido.

-         Claro que no. No quiero caerme todo el tiempo.

-         Sería muy gracioso. Te acordarías de toda mi familia cada vez que te cayeras – me río. Con solo imaginármelo tirado me río solo.

-         ¿Trajiste el libro?

-         No te lo voy a devolver Tau.

-         Bueno, ese va a ser mi último intento.

-         Qué rápido que renuncias.

-         Es la ley, ¿no? Ahora es tuyo, pero eso no quita que me lo puedas regalar. Algún día, no sé – me guiña el ojo. Y callo mis perversos pensamientos. ¡Fuera de mi cabeza! 

-         No va a pasar Taumante, aunque me regales tu segundo libro favorito. Sólo lo aceptaría para tener algo más tuyo.

-         Malo – oh, y puedo ser aún más. Sólo que me contengo por tu edad querido. Esperemos dentro de cinco años.

-         Tau, ¿qué pensaste cuando Galatea te besó?

-         ¿Por qué preguntas eso? – me mira recordando el sentimiento, parece que no le gustó.

-         No te gustó para nada, ¿no?

-         Creo que esas cosas son para adultos.

-         ¿Y qué somos nosotros? – si no sos un mocoso, ¿qué sos? Que no se atreva a decir << Adultos >>, porque me río en su cara. Me tiro al piso y me río como un loco.

-         Dos chicos.

-         Cierto – me cerró la boca -. ¿Qué opinas de los novios?

-         ¿En qué sentido? – sabe hacer preguntas este mocoso.

-         No sé.

-         El amor es amor Dione, guste quién te guste. No importa nada si ambos se quieren, ¿no?

-         No me gusta Dike.

-         No lo decía por ella – mira para otro lado.

-         Yo sólo aclaro, para que no haya malos entendidos.

-         ¿Te gusta alguien? - asiento con la cabeza, escondo mis labios. Se me va a escapar y él no está preparado. Como bien dijo, son cosas de adultos -. ¿Yo te parezco adulto? – cambio de tema para que no quiera indagar sobre la pregunta anterior.

-         No – se ríe en mi cara -. Adultos son mis papás.

-         Vamos a ver si decís eso dentro de cuatro o cinco años más. Vas a querer hacer cosas de adultos.

-         Tal vez. Pero ahora pienso eso. Galatea me robó mi primer beso y no me gustó hacerlo con alguien que no queria. La odiaba y lo sigo haciendo.

-         No gastes tus energías para odiar, mejor úsalas en el torneo de futbol.

-         Ya te dije que no iba a ir.

-         Si lo decís por esos chicos del club, pensá que son del mismo equipo. No te van a hacer nada, sólo dales los pases y que ellos se encarguen del resto. Así vas a conseguir que te quieran.

-         No se – lo está pensado.

-         Aceptá ir. Va a ser lo mejor.

-         Está bien. Tu plan parece convincente.

-         Mis ideas nunca fallan – digo orgulloso.

-         Creo que es hora de regresar – se pone de pie. Me queda poco tiempo. Nada.

-         Taumante.

Se da vuelta. Tomo aire y me acerco a él. Observo que no haya nadie y la suerte vuelve a estar de mi lado. Le tomo la cara con ambas manos, apoyo mi cabeza en su frente. Siento su respiración en mi rostro.

-         ¿Vos me queres? - una pregunta tan amplia de significado.

-         Si. 

-         Tau, prométeme que con nadie más vas a hacer esto – trago saliva -. Esto es especial, sólo para nosotros, ¿sí?

-         ¿Qué cosa?

Me acerco muy despacio, tiene tiempo para escapar, no se mueve. Mantiene sus ojos bien abiertos. Creo que sabe lo que va a pasar. Me detengo. Le doy ventaja para que se aleje, continúa parado. No tiene intensión de irse. Bajo mi dedo y acaricio su labio inferior. Esto es un paso muy grande para mí. Tomo coraje, nunca me sentí así. Me estoy poniendo a prueba. Apoyo mis labios sobre los de él. No reacciona. Lo beso suavemente. Creo que fue automático, ambos cerramos los ojos. Esto está tan mal, tan dulce y a la vez tan mal. Pero no me desagrada esta cercanía. Porque ya no me importa si un hombre o una mujer, me enamoré de su esencia. Y me doy cuenta que, aunque me escape durante cuatro años, estoy perdidamente enamorado de Taumante.  

~FIN~
Primera temporada


Autora: ferdeimos
Revisión: Alice
Fotografía: J. C. González.


Hemos llegamos al final del primer tomo. Espero que les haya gustado tanto como a mí me gustó escribirlo. Como siempre, agradezco a mis padres por darme las herramientas necesarias para hacer lo que hago y a Alice por su gran talento para corregirme. 

¿Les gustó la nueva tapa? ¡Hermosa! A mi me encantó. J. C. González hizo un excelente trabajo y la naturaleza nos ofreció uno de sus tantos encantadores paisajes. 

Pronto subiré el tomo para que lo puedan leer completo desde cualquier dispositivo. Gracias. 

Los hechos y/o personajes de la historia son ficticios, 
cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia

Solo nos queda esperar por el próximo tomo...


Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 3.0,
                                          como se detalla en http://creativecommons.org/licens.  

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