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Esta tapa pronto se irá, J.C. no la quiere :( |
Capitulo 6: Prisionero con llave en mano
El calor
me sofoca, corro la alfombra de arpillera que decoró mi mamá para tirarme en el
piso de mi pieza. Estoy agotado, transpirado y con la ventana abierta para que
corra alguna gota de aire. Pero no soy bendecido con esa suerte, así que me
conformo con el frío producido por el piso de cerámico marrón.
Falta
muy poco para irme de esta maldita ciudad. Me quedo porque quiero estar más
tiempo con mis viejos y porque tengo que cerrar algunos asuntos, como despedirme
de Dike. Voy a engañarla respecto a mi
huída. Tengo perfectamente claro que no me voy por ella, me estoy escapando de
la verdad. Me miento. Constantemente lo hago cuando hay algo que asecha con
atacarme. Está oculto y lo niego, pero siempre vuelve a mí. Lo vuelvo a
ocultar, y renace. Y esto se hace cada vez más frecuente cuando la vida se
empecina en pegármelo, recordándome las cosas. Por ese motivo me voy. No lo quiero
ver más.
Gracias
a mi primo logré conocer a Dike, eso fue bueno para renovar el ambiente del
ciber hasta que empecé a sentirme atraído por ella. Debió ser cosa del destino,
ese destino cruel que tenemos desde que nacemos. Maldito el que escribió mi
historia, maldito el que escribió la historia de todos así. ¿Está mal sentir lo
que ahora siento? ¿Me voy para evadirme a mí mismo? Porque tal vez, lo que me
pasa con él no sea otra cosa que lo que realmente soy, mi verdadera naturaleza.
Y si fuera así, ¿cuánto más voy a soportar este tormentoso estado? Es muy
chico. Está mal visto por la sociedad. Es el hermano de la que me gustó y que
gusta de mí de una forma estúpida. Hombre. Es un hombre. Soy un hombre. Ambos
somos iguales. Pero me gusta.
Llevo
días digiriéndolo. Me tiemblan las manos cuando pienso en eso. Se me acelera el
pulso cuando lo veo y se me entristece al mismo tiempo, cada vez que me contengo
de hacer lo que haría si estuviera con una chica. Si él fuera una, aunque tiene
diez años, pero si fuera el caso, no estaría mal. Podría insinuarme para que
sienta cosas por mí. Ahora sólo puedo ser su amigo. Voy a estar en la
friendzone para siempre. Así que también me voy por eso. ¿Para qué quedarme?
¿Para verlo enamorarse de alguien? ¿Para que me cuente lo feliz que es de la
mano de alguien que no soy yo? Y no por tener estos pensamientos me convierto
en una nena caprichosa, o en una mujer despechada, o en un homosexual. Las
chicas me parecen atractivas, pero me gusta él. No me gustan los hombres, sólo
él.
Ya
lo hablé con Melpóneme. Él estuvo de acuerdo con mi decisión. Los chicos se
cambiaron de escuela por mí. Van a estudiar conmigo. Dejan a sus viejos y las
orientaciones que ellos desean por estar conmigo, para apoyarme. Y valoro tanto
lo que hacen Proto y Cranto. Ellos no saben de mi situación. Creen que mi viejo
me obligó a estudiar lejos porque soy
demasiado libre. Así que, tomándo el temor inventado de mis viejos a que me vaya
de la línea correcta social, les mentí a los chicos para que vinieran conmigo.
Espero que me perdonen cuando les diga la verdad.
Por
lo pronto, ya los ayudé a empacar sus cosas. Vamos a vivir todos juntos en la
casa de mis tíos. Ellos no pueden tener hijos, así que les vamos a caer todos
juntos para que sepan lo que es. Me río solo. Pobre de ellos. Somos los peores
hijos que le podrían llegar a tocar a alguien.
Melpóneme
es un quisquilloso incansable. Quiere todo perfecto. Y no le gusta convivir en
el desorden. Tal vez la ayude a mi tía con la limpieza y el desastre de los
otros. Proto es un despistado. Es mi amigo de la infancia y me cae muy bien,
pero su actitud despreocupada me supera. No logro hacer que se esfuerce por
nada, todo es paz y risas con él. También es bastante fastidioso. Le gusta ver
la cara de enojado de Cranto y hace cualquier cosa por molestarlo. Pensado en
él, de Cranto sólo puedo decir que es muy extraño. Es tan alto que no le llegan
bien las ideas a la cabeza, lo que es una debilidad notablemente usada por el
otro insoportable. De todas formas, con sus defectos y más defectos, sé que nos vamos a llevar de
maravillas en la convivencia de cuatro años juntos. Cuatro largos e
insoportables años, sin él.
Y
sin querer, totalmente queriendo, estoy nuevamente pensando en él. Muy bien, cambio
la posición donde estoy tirado ya que el piso tomó mi temperatura y ya no me
sirve. Pero sigue haciendo calor, sigo transpirado. Estoy preocupado por esto
que me pasa, es la primera vez que lo siento tan fuerte, tan doloroso. Me duele
el estómago de lo mal que estoy. Y no quiero estar así. Pienso en él todo el
tiempo, en lo que digo, lo que quisiera decir, en sus reacciones
indescifrables, en lo complicado que puede ser relacionarse con otros. Y eso
que no me costó nunca. Esto es serio. Y cuánto más lo pienso, más me hundo en
la miseria. Si esto lo hablara con los chicos seguro que me golpearían,
especialmente Proto. Sé que Melpóneme me entendería. Cranto no me importa. De
todas formas, sé que lo estoy pensando de más. No debería ser tan difícil.
Me
pongo de pie para ir a tomar una ducha, seguro que el agua cambia mi energía,
pero suena el timbre. No tengo que preguntar, miro el reloj del pasillo, es la
hora. Son las cuatro de la tarde y él tiene que ir al club. Por alguna razón se
le hizo costumbre pasar por mi casa a saludarme. Yo fui quién insistió para que
se inscribiera, pero era para sacármelo de encima, así estaba todo el tiempo
ocupado y no vendría a verme. Pero bueno, como padezco, cuando va para allá,
pasa por casa. Aunque le queda de contramano. Y eso me irrita más. ¿Por qué
viene? ¿Qué gana con verme? ¿Cuándo me voy a ir?
Abro
la puerta, rubio, cabello muy rubio, bien peinado, brillando con el sol. Eso es
lo que veo, hay mucha luz afuera. Entrecierro los ojos, lo veo mejor, está
tomando color su piel. Y le queda bien el tostado combinado con sus ojos
verdes. ¿Por qué no sos una chica? Eso sería menos complicado para mí.
Me
saca de mis pensamientos cuando me invita al club. Tiene un pase gratis para
alguien no socio. Le miro la mano que sostiene la entrada de un lado a otro. Se
está abanicando. Tiene calor. Lo invito a pasar a la casa dejándole lugar para
que entre. Sé que no hay diferencia entre el calor de afuera y el calor de
adentro, pero por lo menos aquí el sol no le perforaría la piel.
Entra
casi tropezándose, se nota que está ansioso. Esa es su reacción cuando está
contento, o eso creo. Ni siquiera sabe cuál va a ser mi respuesta. Le voy a
decir que no, estoy cansado de esto.
- Levo va a llevar sándwiches de miga para comer –
dijo con una gran sonrisa.
Pienso
que sería bueno quitarle esa sonrisa diciéndole que no voy a ir para comer los sándwiches
de ese idiota, pero no tendría sentido. Nada tiene sentido cuando estoy
pensando con esa parte del cerebro que razona lógicamente, para mi inconsciente
conveniencia. Si me niego, va a estar triste y no me agradaría eso. Quiero
superar a Levo haciendo que tenga una sonrisa más feliz que la que ese imbécil
le provoca con sus sándwiches, que seguro van a ser asquerosos.
-
Pensé que habíamos quedado que no ibas a hablar
de otro hombre en frente mío.
-
Dijiste que en tu pieza no lo podía hacer – me
dice sonriendo. Me desafía el mocosito –, ahora estamos en el pasillo.
-
Pero estamos yendo a mi pieza.
-
¿Qué tiene que ver?
-
¿Cómo que qué tiene que ver? – le digo mientras
me rio por dentro.
-
Si, no entiendo – se pone delante mío para que
le dé una respuesta que lo contente. Voy a tener que ser muy inteligente y bien
explicativo.
-
Como dije, estamos yendo a mi pieza. Eso
involucra la palabra por lo que está dentro de la regla principal – ¡aja! A ver
qué respondes a esto. Amo los juegos de palabras. Estas discusiones las voy a
extrañar tanto.
-
¿Qué? – me dice negando suavemente con la
cabeza.
Ya
que no entendió, lo empujo un poco y logro hacer que esté dentro de mi cuarto.
Ahora estamos en él, la regla vale más que antes. Me mira desconcertado.
Pobrecito. Pobre de mí, tiene diez años. No entiende mi razonamiento.
-
Yo podré ser un mocoso, pero no somos tan
distintos.
-
¿Me estás llamando mocoso? – inclino mi cabeza
amenazadoramente y me acerco insinuando que voy a atacarlo con cosquillas.
-
Nooo, claro que no – mira para atrás para no
caer o para saber la distancia que le queda para salir corriendo pero la cama
está preparada para recibir el impacto.
Lo
empujo con una sola mano, está delgado. Cae pero se da vuelta rápido y sale de
la cama. Levanto una ceja, me desafía nuevamente. Pero no va a poder irse de la
pieza, está del lado contrario de la puerta. La ventana está abierta, no creo
que sea tan extremo de saltar por ella y caer al patio.
-
Vamos Dione, prepará tus cosas para ir. Quiero
aprovechar la tarde – dice casi rogando mientras busca con los ojos alguna
forma de salir de aquí, todo para librarse de las cosquillas e ir con Levo. La
vena en el ojo.
Bajo
los brazos en señal de paz. Me arrimo a la cama, él continúa alerta. Tomo mi
remera y se la muestro para que vea que sólo me acerqué para eso. Sonríe y me
la coloco.
-
¿Tenemos protector? – le pregunto mientras me
dirijo a la puerta, él me sigue.
-
Si – responde con entusiasmo -. Lo tengo en la
mochila.
-
A ver la mochila.
Taumante
se pone pálido. ¿Qué le pasa? Está tenso. Se toca la espalda, me mira a mí.
Busca detrás de la cama. ¿Se olvidó algo? Río por dentro ¿Se olvidó la mochila?
Cuando vuelve a levantarse, nuestras miradas se cruzan, sus ojos están
cristalizados, va a llorar, pero yo no puedo hacer otra cosa que tratar de
esconder la risa. Se olvidó la mochila. Es muy gracioso. Se pellizca las
mejillas y yo me rió a carcajadas. Es tan gracioso este chico. Lo había notado
desde que llegó. Estaba muy entusiasmado. Seguro que tomó la invitación y vino
corriendo hasta acá para dármela. Me viene a la mente un número, el diez. Diez
años tiene esta cosa a punto de llorar.
-
¿Está Dike en tu casa? – le digo mientras me
rasco la barbilla.
-
No – lo noto curioso pero aún nervioso por la
situación.
-
Vamos a tu casa, buscamos la mochila y después
vamos al club.
Oh
sí, logré que sonriera. Le pido que me ayude a cerrar las ventanas y salimos a
su casa. Es una buena noticia que su hermana no estuviera allí. Sería incómodo
estar esperándolo fuera, escondido.
Durante
el camino me llenó la cabeza con cosas que aprendió en el club. Está jugando al
futbol y parece que lo hace bien. Me dice que no quiere llamar la atención
porque hay chicos competitivos que sí quieren jugar de verdad y que no les
gusta que los nuevos los superen. Y mientras sigue hablando de las jugadas que
hizo, yo pienso que esta tarde voy a conocer a muchas personas indeseables a
las que voy a tener que poner en raya. Levo es el primero que me preocupa.
Tiene trece y a esa edad las cosas se vuelven un poco extrañas, tengo que saber
qué pretensiones tiene con Taumante.
-
Creo que no hay nadie en casa – dice mientras
saca las llaves de su bolsillo que, por suerte, no se las olvidó.
Entramos
y un aroma nos invade. Huele a manzana con otra cosa más, inmediatamente me
produce dolor de cabeza. Entrecierro los ojos para que no me afecte más, pero
es inevitable. Es muy fuerte.
-
¿Te duele algo? – pregunta preocupado.
-
Un poco la cabeza – dudé en decirlo, seguro que
cree que es por el olor de su casa. No quiero ofenderlo.
-
Vamos a mi pieza, allí no llega el olor.
¿A
su pieza? ¿Vamos a su pieza? No sé si estoy preparado para esto. Parezco una
chica que es invitada a la casa del chico que le gusta. Igual, parece que a mi
cuerpo no le importa lo que estoy pensado, estoy caminando como un robot,
haciendo lo que su amo le ordena. De todas formas, tengo curiosidad por conocer
cómo es el cuarto de la persona a la cual quiero olvidar. Es más, hasta seguro
que no me gusta. Eso me va a ayudar a dejarlo de una buena vez. Me pasaba con
las chicas con las que salía. Conocía sus cuartos y luego las dejaba. No tenían
ni un libro, la música me dejaba con ganas de vomitar y sólo tenían posters de
actores y peluches, además del arsenal de maquillaje y ropa tirada por doquier.
Ni siquiera acomodaban algo sabiendo que yo iba a ir a verlas. Puedo parecer
superficial, pero algunas cosas son importantes para mí. No veo otra forma. Conocer
el cuarto de una persona me da la oportunidad de comprender si somos o no
compatibles. Así que voy a juzgar a este principito.
Maldito.
Me rasco la cabeza en señal de disconformidad. Mientras fue en busca de su
mochila yo me quedo en su cuarto. Impecable. Acomodado. No hay maquillaje, no
hay posters de actores, no hay peluches. Con la boca abierta, me toco los
dientes de arriba con la lengua. Estoy más que enojado, no tengo un motivo para
criticarle el cuarto. La ropa está en el armario. Me acerco y abro una puerta
para mirar el interior. Sé que está mal pero ya lo asumí, todo lo que estoy
haciendo está mal.
Bermudas,
remeras y el uniforme de la escuela. Va a una estatal. Yo siempre fui a una
privada. Algo en lo que nos diferenciamos, además de mi perversa mentalidad,
claro. Suspiro, necesito encontrar otra
cosa que me haga querer dejarlo. Tal vez es demasiado perfecto, seguro que su
vieja le limpia y acomoda todo. Ahí está el punto que quería, es un nene de
mamá. Y claro, me dice la traidora de mi mente, tiene diez años. Pero no
importa, tengo algo de qué aferrarme para dejarlo. Listo. Sonrío victorioso. De
pronto, giro para marcharme y me tropiezo con el cubre cama. Otro punto más para
agregar a mi lista de quejas. Tirado dolorosamente en el piso de madera
contemplo que, debajo de la cama, hay una acumulación de libros. Y todos de
autores y géneros que amo. Respiro más rápido de lo habitual. Maldito. Maldito
todo. Aumenta diez mil puntos. ¿Y ahora qué? ¿Salto sobre él para atarlo a mí?
Creo que no sería bueno, no ahora.
-
¿Estás cómodo? – me interrumpe los pensamientos
con una sonrisa burlona dibujada en su rostro.
-
Muy cómodo, me encanta estar en el piso – le
digo con una amplia sonrisa.
-
No seas tonto – me da la mano para ayudarme a
levantarme -. Vamos al club.
Tomo
su mano. Me tiento a jalarlo pero me contengo. Ahora lo tengo en claro, me voy
para madurar. Las hormonas las tengo a mil por horas y, para no arruinar su
inocencia actual, es mejor que me aleje. Así no lo abrumo con esto que me pasa.
Miro
la habitación, él me observa intrigado. Su curiosidad es evidente cuando
recorre con los ojos los mismos sitios que yo. También voy a extrañar cuando se
parece a un perrito faldero.
-
¿Qué es lo que buscas? – finalmente me pregunta.
Está
muy cerca, me alejo rápido. Me mira con asombro, le dolió que me haya apartado
de esa forma, pero ahora soy como una enamorada. Me pongo nervioso y él ni se
da cuenta porque, claro, todavía no se despertó esa parte. Así que salgo del
cuarto. Él me sigue, atravieso ese living que me hace partir la cabeza en mil
pedazos y finalmente salgo de la casa. Taumante sigue sin entender y yo ya no
quiero perder mi tiempo, me acerco y casi se me cruza por la cabeza besarlo, algo
que me iba hasta traumar a mí. En vez de optar por lo que haría con cualquier
chica lo giro para chequear que lleva la mochila puesta, tiene una con una
imagen de los Beatles. Otros diez millones de puntos más, estoy bien embarrado.
Lo vuelvo a girar, él sigue petrificado, le saco las llaves de la mano tratando
de no lastimarlo y luego cierro la puerta.
Caminar
hasta el club me va a despejar. Espero no herirlo con esta reacción, pero
quiero que entienda que soy complicado. Así me deja en paz. Lo quiero pero no
quiero que esté ahora cerca de mí. No me sirve. Que crezca y ahí hablamos.
Necesito
que madure mi cerebro para aceptar lo que soy ahora, lo que tal vez siempre fui
y que me cuesta horrores reconocer. Acepté que me gusta, pero eso me va a
llevar a querer hacer cosas que sólo hice con chicas, él no está listo y no sé
si tampoco lo estoy, no ahora. Oh, bendita distancia.
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Autora: ferdeimos
Revisión: Alice
Fotografía: J. C. González.
Los hechos y/o personajes de la historia son ficticios,
cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia
Nos vemos lueguito...
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 3.0,
como se detalla en http://creativecommons.org/licens.
quiero massssss
ResponderEliminaresta novela se pone interesante a partir de este capitulo. el resto me confundió un poco... tampoco quiero leer la novela de dike :P
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